lunes, 9 de marzo de 2015

Capítulo I.IV - Caza de Magos

-¡Es increíble que deje de llover justo cuando llegamos al pueblo! – protestó Maen -.

-Eso es un buen augurio, amigo – sentenció Tarsius II sacudiendo su abrigo mojado y salpicando a todos – Estoy seguro.

Los dos pícaros se miraron, uno con desconfianza, el otro esperanzado. No se daban cuenta de que su otro compañero de viaje, estaba parado en la plaza del pueblo, mirando a todos lados buscando algo.

-Ya hemos llegado, Lancel – se adelantó Maen - ¡Al fin!

-Tengo hambre, ¿dónde está la taberna? – preguntó Tarsius II -.

-Creo que lo mínimo que os debo es un buen desayuno, después de todo lo que me habéis ayudado – dijo Lancel - ¿Qué tal si buscamos la taberna y os invito a una buena comida caliente?

-Nunca digo que no a una buena comida, amigo – respondió Tarsius II emocionado -.

-Sobre todo si es gratis… - añadió Maen por lo bajini -.

La taberna estaba cerca de la plaza mayor. Un pequeño edificio de madera de dos pisos de altitud con un cartel colgante en la puerta que rezaba “Taberna de Valleverde”.

-No se han esmerado mucho con el nombre – dijo Maen – Esperemos que se esfuercen más con la comida.

-No te quejes tanto, Maen - Tarsius II abrió la puerta de un empujón y entró el primero en la taberna -.

La taberna estaba bastante concurrida; aunque la mayoría de los jornaleros se habían ido ya a realizar sus labores de cada día, aún había unos cuantos que se resistían a marcharse. La principal razón de ello era que apenas se tenían en pie.

Tarsius II avanzó entre la multitud buscando un lugar en el que poder sentarse. En seguida apareció la joven camarera que le arrolló antes de llegar a la barra.

-Buenos días – le deseó ella con una sonrisa - ¿Qué desea? – Tarsius II comenzó a mirarla de arriba abajo, deteniéndose en su voluptuoso escote, intentando buscar una réplica ingeniosa y a la altura de semejante visión-.

-Una mesa, gracias – se adelantó Lancel indiferente ante los encantos de la chica. Ella asintió y les hizo un gesto para que la acompañaran. Tarsius II echó una mirada distada al hechicero que le ignoró -.

-¿Viajeros? – preguntó ella – No solemos recibir tantas visitas, sobre todo de gente tan dispar - siguió ella sin esperar respuesta -.

-¿Dispar? – se apresuró Lancel a contestar -.

-Pues sí – respondió ella encantada de la atención – Enanos, guerreros… Uno tan alto y fuerte como un roble.

-¿Y magos? ¿Has visto a algún mago?

-No, guapo; pero no es que ellos vayan declarándolo allá donde van, ¿no? – La chica entonces, se percató de algo – Por cierto, ahora que lo dices… Esa ropa que llevas… - una pequeña sonrisa se inició en los labios de la camarera - No serás tú un mago, ¿verdad ricura? – traviesa comenzó a acariciar el terciopelo de su túnica -.

Lancel la espantó de un manotazo.

-Pertenezco al Círculo de Hechiceros, busco a un apóstata que se esconde en este pueblo. Si sabes quién es o dónde está, debes decírmelo o serás su cómplice.

-No sé de qué hablas – respondió ella, su tono se había vuelto más antipático – De los apóstatas se encargan los templarios, quizá deberías preguntarles a ellos, en vez de a una tabernera – le espetó -.

-Perdona a mi amigo, preciosa – dijo Tarsius II saliendo al rescate – Viene del círculo y allí sólo leen libros y meditan, no sabe cómo hablarle a una chica guapa – la joven, pareció relajarse un poco – Háblame de ese guerrero que es como un roble…

-Tarsius, no estamos aquí para… - Tarsius II le hizo un gesto a Maen para que se callara -.

-Está ahí sentado. Detrás de ese grupo – la chica señaló a un grupo de hombres borrachos que estaban cantando una canción de una doncella y un bardo – Sentaos donde podáis, os llevaré algo de beber.

-Espero que no escupa dentro... - pensó Maen en voz alta -.

En cuanto se fue la tabernera, Tarsius II se precipitó hacia el lugar que le había señalado. Sólo era una corazonada; pero esperaba que fueran ellos.

-Tarsius, ¿qué haces? – Maen fue tras él seguido de Lancel – No nos metas en líos que acabamos de llegar.

Tarsius II hizo caso omiso y se abrió paso a empujones entre los cantores que estaban tan borrachos que ni prestaron atención a los codazos. Al fin consiguió pasar entre ellos y se dio de bruces con la mesa en la que un enano y un humano estaban tomando unas cervezas.

-¡Lo sabía! – gritó Tarsius II emocionado – ¿Un guerrero alto y fuerte como un roble y un enano? ¡Sin duda, sois una pareja singular!

Cassel y Ugweyn miraron estupefactos al hombre de ojos azules y cabello rubio que se abalanzaba hacia ellos. Ya había sido casualidad encontrarse ellos dos, después de meses separados; pero encontrar a Tarsius II, sin duda tenía que ser obra de un ser superior.

-¡Cassel, amigo, a mis brazos! – dijo Tarsius II abrazando a Cassel que seguía en la silla sorprendido, sin saber cómo reaccionar – Ugweyn, amigo… - ante el ademán de abrazarlo, el enano levantó una ceja y sin más, Tarsius II paró en seco su intención y le ofreció la mano - ¿cómo estás?

-¿Os conocéis? – preguntó una voz tras ellos -.

-Maen, acércate – ordenó el pícaro – Son mis amigos, con los que estuve antes de llegar a Denerim – Tarsius II alargó el brazo atrayendo a Maen hacia el grupo – Este es mi amigo Maen Radaeris, músico y hombre de letras. Maen, estos son Ugweyn y Cassel – Maen hizo un gesto con la cabeza y les dio la mano – Y hoy nos acompaña también Lancel – Tarsius II echó la vista atrás buscando al mago – Acércate Lancel, no muerden – El mago, se acercó reticente y les saludó con la cabeza.

Sin darles opción, Tarsius II acercó tres sillas a la mesa de sus antiguos compañeros y les hizo un gesto a los nuevos para que se sentaran. Ugweyn aprovechó que el pícaro les daba la espalda para enviarle un mensaje a Cassel: “Comprueba el dinero”. El guerrero le hizo un gesto despreocupado al enano; pero aún así comprobó que su saco de monedas seguía en su lugar.

Tarsius II se sentó en el medio de los guerreros, mirándolos muy sonriente.

-Es que aún no me lo creo, ¿qué haces aquí? – soltó Cassel sorprendido -.

-Es una larga historia – comenzó Tarsius II – Pero si preguntas por qué estamos aquí exactamente, estamos acompañando a Lancel. Nos lo encontramos por en el camino, le habían atacado – los guerreros miraron a Lancel que respondiendo con un gesto de asentimiento – Ahí donde le veis es un mago del Círculo, está en misión oficial.

-En efecto – le interrumpió Lancel – Estoy aquí para cazar a un apóstata y llevarlo al Círculo.

-Perdona chaval – empezó Ugweyn – pero, ¿no se supone que los magos llevan templarios cuando salen de caza?

-Nos atacaron – Lancel se puso colorado – Estábamos acampados y nos atacaron por sorpresa, no nos dio tiempo a responder. Supongo que a mí me dieron por muerto… Si no hubiera sido por ellos, probablemente así fuera.

-Ya… - Ugweyn escéptico miró a Cassel y levantó una ceja -.

-¿Viste a quien os atacó? – preguntó Cassel - ¿Pudo ser ese a quién buscabais?

-No lo sé… - fingió Lancel – Estaba oscuro… No sabría decir.

-Cuéntales toda la historia, Lancel – el mago le miró receloso – Tranquilo, son de confianza. Pueden ayudarnos.

-Está bien – aceptó el hechicero – Es cierto que me envían del Círculo. Uno de mis maestros, llegó hace unos meses de uno de sus viajes con información acerca de un apóstata que vivía en la espesura.

-En la espesura – insistió Tarsius II mirando a los dos guerreros-.

-Eso he dicho, Tarsius – espetó Lancel ajeno a todo – Enviaron templarios a buscarle, pero escapó en el último momento. Una magia muy poderosa le protege – Lancel se iba encendiendo a medida que relataba su historia – Según hemos podido averiguar, se hace pasar por curandero. Engaña a los aldeanos para que le ayuden a escapar y los muy incautos lo hacen. Ya hemos ajusticiado a varios estúpidos por no querer hablar.

-Eso yo no lo sabía – añadió Tarsius II sorprendido -.

-Esconder a un apóstata es un delito, lo mismo que dar falso testimonio acerca de él.

-Así que ajusticiando aldeanos… - a Cassel no le gustaba un pelo todo aquello - ¿Y cómo dices que se llama el apóstata-curandero?

-Ludwyn. Se llama, Ludwyn.

A ninguno de los presentes, salvo a Maen, le sorprendió el nombre. Obviamente el maestro de Lancel era Calder, aquel mago del Círculo que había viajado y compartido aventuras con ellos. El mismo Calder que había luchado contra Ugweyn para salvar a una niña poseída. El mismo Calder al que Cassel había acompañado a lago Calenhad, rompiendo así el grupo y separándose de su amigo enano.
No les sorprendía que el hechicero hubiera denunciado a Ludwyn a la vuelta de su viaje. Él nunca había ocultado su intención. Pero todos tenían la esperanza de que nunca le encontraran, de que su tía le escondiera, de que él se marchara lejos. Estaba claro que se había quedado en Ferelden y por lo que Lancel contaba, había estado viajando y trabajando de curandero. Ludwyn no era un malvado apóstata que utilizara magia de sangre, era un chico tímido y callado al que le gustaban los libros, hacer pociones y ayudar a la gente. Sin embargo, Lancel lo describía como un astuto embustero; un embaucador que había que los demás le ocultaran y mintieran por él. Ese no era el joven que todos conocían.

-¿Y qué vas a hacer con el tal… Ludwyn? – preguntó el enano – Cuando lo encuentres…

-Mis órdenes son apresarlo y llevarlo al Círculo. Allí según las leyes de La Capilla, será convertido en tranquilo.


-Muy bien chico – le contestó afable y apurando el último trago de su cerveza preguntó al grupo - ¿A qué estamos esperado?

martes, 24 de febrero de 2015

Capítulo I.III: Caza de Magos

- ¿Os he dicho ya lo mucho que odio la lluvia? – se quejó Maen por decimocuarta vez. Tenía la ropa empapada. Su abrigo, a la par que otras de sus pertenencias, se había quedado en el remolque del viejo circo que frecuentaba junto con Tarsius II - Si alguien no se hubiera empecinado en desayunar antes de marchar, ya estaríamos en el pueblo – se volvió a quejar -.

- Es la comida más importante del día – aseveró Tarsius II bien abrigado - Así que todo esto es por un mago – siguió Tarsius II ignorando a Maen – Sigue contando, Lancel.

- Un mago no, un apóstata – clarificó el hechicero – Fue identificado por mi mentor en uno de sus viajes. Es originario de Sothmere, aunque hay indicios de que está en Valleverde. Nos llegaron rumores de un curandero que encaja con su descripción.

- Qué curioso, ¿no? ¿Y cómo dices que se llama?

- Ludwyn, se llama Ludwyn.

- No… No me suena.

- ¿Y por qué te iba a sonar? – preguntó Lancel extrañado -.

- Bueno, ya sabes… - comenzó el pícaro intentando salir del paso – Soy un gran guerrero que ha vivido mil y una aventuras. También me he encontrado algún que otro apóstata de esos.

- Ah, ya… Claro.

- ¡Oh, mirad! Ya se ve el pueblo - anunció Tarsius II – Vamos Maen, aligera.

Una vez más Tarsius II se había metido en un lío del que no sabía muy bien cómo iba a salir. Para empezar, él y su amigo se habían encontrado a un mago que bien podría ser un asesino. Por otro lado, él sólo había tenido el gusto de conocer a dos magos en toda su vida; y daba la casualidad de que este posible asesino, iba en busca de uno de ellos.

Había coincidido con Ludwyn en Sothmere precisamente, les había ayudado, tanto a él como a sus, por aquel entonces compañeros, a solucionar un problema con el que casualmente se habían tropezado. Le recordaba como un chico callado, algo tímido pero muy curioso. No haría daño ni a una mosca. Sin embargo Lancel, aunque igual de joven que Ludwyn, tenía algo en la mirada, esa determinación de hacer todo lo posible por cumplir su cometido, pesara a quien pesara. Tenía muy claro cuál sería el ganador en un combate; Ludwyn era un chaval que se dedicaba a curar a la gente, Lancel un mago del círculo apoyado por los templarios. Sin duda estaba en el equipo ganador. Aún así, sentía remordimientos.

- Ojalá te hayas ido ya de aquí, Ludwyn. No sabes lo que te espera.






- Muchísimas gracias Nim  - dijo la mujer abriendo la puerta de su casa – No sabes lo mucho que siento haberte hecho salir de casa con este aguacero.

- No te preocupes, Clara. Lo importante es que tu marido está estable. No te olvides de darle la infusión de hierbas tres veces al día.

- No lo haré – asintió ella – Toma, no es mucho pero… - Clara cogió la mano de Nim y le puso un saquito en ella -.

- No, Clara. No es necesario. Gracias – repuso el joven devolviéndole la bolsa con monedas. La mujer se puso colorada – Volveré pasado mañana a ver qué tal se encuentra Joren.

- Entonces, prepararé ese guiso que tanto te gusta – sonrió ella – Es lo mínimo que puedo hacer.

Nim se despidió de Clara y tras abrigarse bien, salió a la calle en dirección a su morada. Una pequeña casita a las afueras del pueblo. En realidad, la casa era de un matrimonio mayor en la que él tenía una habitación. Había ayudado a la mujer que estaba enferma y el matrimonio agradecido le había ofrecido quedarse con ellos. Pronto se había corrido la voz entre los habitantes del pueblo acerca de sus habilidades y sus conocimientos sobre hierbas, tónicos y métodos curativos; lo que le había hecho muy popular, no sólo entre los lugareños, sino entre los templarios que vigilaban el lugar. Afortunadamente la gente del pueblo le estaba tan agradecida que le avisaban e incluso, le ocultaban cuando había algún peligro.

En estos días en los que había tormenta, Nim echaba de menos su verdadero hogar y a su tía; la mujer que le crió y que le enseñó a controlar su magia. Continuó caminando mientras fantaseaba con la idea de estar en casa y lo que estaría haciendo su tía. Probablemente, cerca del fuego, con uno de sus calderos, preparando algún filtro o alguna poción, perfumando la cabaña con hierbas aromáticas. No pudo evitar cerrar los ojos y evocar ese olor con una sonrisa en los labios.


Y mientras Nim se dejaba llevar por esos pensamientos, no se percató de que la lluvia había cesado, ni de que un arcoíris resplandeciente coronaba el cielo.

lunes, 23 de febrero de 2015

Capítulo I.II - Caza de Magos

Ugweyn apuró el último trago de su quinta jarra de cerveza y le hizo un gesto a la joven tabernera para que le sirvieran otra.

- ¿Qué tal vas amigo? Aún no es mediodía y…

- Lo primero, no somos amigos – le interrumpió el enano – Y lo segundo, no te he pedido la hora. Rellénala o quítate de mi vista.

La joven rellenó la jarra y se apresuró en desaparecer.

Iban a cumplirse dos años desde que el rey Endrin Aeducan había desterrado a Ugweyn de Orzammar y el enano no había cesado en su empeño de retornar. Alguien se la había jugado y tenía que averiguar quién. Se lo debía a…

La puerta de la taberna se abrió dejando entrar el viento y la lluvia, el bochorno de la noche anterior había desembocado en tormenta, y eran muchos los viajeros que buscaban guarecerse del chaparrón.
Cassel entró por la puerta de la taberna dando grandes zancadas y maldiciendo al viento y la lluvia. Estaba calado hasta los huesos y muerto de frío; con la capucha del abrigo tan empapada que le había humedecido el cabello y las botas tan enfangadas que hacían ruido a cada paso que daba. Cerró la puerta dejando atrás el aguacero, se quitó la capucha y echó un vistazo al salón lleno de gente.

- Buenos días – le sonrió afablemente la tabernera cargada con platos y jarras. - ¡Menudo tiempo!

- Buenas – le contestó el guerrero destilando alivio al sentir la calidez del salón – Si… No está el clima para viajar.

- La taberna está abarrotada, pero busca un hueco y en seguida te atiendo.

Cassel asintió afable y se adentró en la sala a la caza de algún lugar en el que poder descansar y tomar algo caliente. La tabernera tenía razón, la sala estaba abarrotada y parecía que iba a seguir estando así, al menos hasta que la lluvia mitigara. La mitad del pueblo se debía haber reunido allí, el agua y el vendaval no eran buenos amigos del labriego; aunque por las caras coloradas y las risotadas de los allí congregados, no parecía que les importara demasiado. Cassel escudriñó la taberna por encima de la multitud de cabezas en busca de algún asiento libre aunque sin demasiada suerte; harto de chocarse contra borrachos, se dio por vencido y se acercó a la barra donde había un pequeño hueco entre las espaldas de dos hombres.

- ¿No ha habido suerte? – le preguntó la tabernera mientras rellenaba una jarra de cerveza para dársela -.

- Pues no, está todo lleno – contestó Cassel con resignación -.

- Hombre, si no te importa que te gruñan, hay un hueco en aquella esquina – indicó la joven -.

- ¿Qué me gruñan?

- Sí, hay un enano desde primera hora sentado allí. Tiene malas pulgas pero hasta ahora, es mi mejor cliente, así que se lo permito.

Cassel soltó una carcajada.

- Sí, bueno, los enanos son peculiares. Hay que saber llevarlos.

- Pues si te atreves, está sentado allí – señaló – Detrás de aquel grupo.

Cassel, que no tenía nada que perder, agarró dos jarras de cerveza y se dirigió a la esquina que le había indicado la chica. Era una mesa pequeña en una esquina oscura con dos sillas, en la que efectivamente, había una libre. La otra, estaba ocupada por una figura  pequeña aunque corpulenta cuyas manos se aferraban a una jarra.

- Muy buenas, señor enano – comenzó Cassel con amabilidad - ¿Qué le parece si le cambio esta jarra por la silla que tiene libre?

- Depende de si la jarra está llena o está vacía – contestó el enano con sorna -.

- ¡Hacedor! ¿Qué estás haciendo aquí? –.

- ¡Tomar algo! ¿Qué voy a hacer si no?

- Pero… - Cassel esta estupefacto. Tras meses buscando a su amigo, cuando ya se había resignado, al fin lo había encontrado en el pueblo más recóndito de todos los que podía imaginar - ¡No me lo puedo creer! Volví a Denerim, me he pateado todo el este de Ferelden y voy y te encuentro aquí – El guerrero no cabía más en sí de gozo. Las calamidades sufridas hasta ahora tenían su recompensa - ¿Y Tarsius? ¿También está aquí?

- Tarsius estará engatusando viejas ricachonas en Denerim a ver si alguna le incluye en el testamento – Ugweyn dio otro trago a la jarra – Nos separamos unos días después de que te fueras con la endemoniada y el estirado -.

- No está endemoniada, pudimos salvarla – protestó Cassel -.

Ugweyn le miró con escepticismo, apuró la jarra que tenía en la mano y cogió la que le había traído su amigo.

La tabernera apareció entre la multitud.

- ¡Increíble! – bromeó la chica – Alguien a quien no le hablas con gruñidos – miró a Cassel sonriente - ¿Qué va a ser? Aparte de más cerveza…

- Estofado, bien caliente – se apresuró a pedir el guerrero que aún seguía empapado – Y pan… Y también algo de queso.

La tabernera asintió y se alejó con las jarras vacías.


- Muy bien – Cassel cogió su jarra antes de que Ugweyn se apoderara de ella - Cuéntame qué haces aquí, Ugweyn.

viernes, 13 de febrero de 2015

Capítulo I.I - Caza de Magos

Lancel no conseguía dormir, lo ocurrido le había dejado tan desconcertado que tardaría tiempo en asimilarlo. Todo había sucedido tan rápido, ninguno de los templarios había podido hacer nada. Antes de que lograran agarrar sus escudos o desenvainar sus espadas, dos de ellos estaban congelados, otro peleaba contra un gran enjambre de insectos para que no le comiesen vivo y otro gritaba de dolor antes de explotar salpicando a todos de sangre y ácido. Ante semejante espectáculo, Lancel se había quedado paralizado, no es que sintiera especial cariño por la guardia que le escoltaba en su misión; esos hombres que cuchicheaban a sus espaldas, le miraban con desconfianza y apenas le dirigían la palabra; sin embargo, verlos morir de aquella manera le había impresionado.  

Mas lo que no dejaba a Lancel conciliar el sueño, no eran las muertes de aquellos hombres, sino su asesino en cuestión. Habían pasado quince años desde la noche en que se separaron, pero cuando el asesino se quitó la capucha, reconoció a su hermano mayor al instante. Cierto es que al igual que él, Aaron había crecido, además se había hecho más corpulento y tenía un par de cicatrices en el rostro; una encima del labio superior y otra en su mejilla izquierda, su mirada era mucho más dura que antaño y su boca sonreía con una mueca cruel; pero a pesar de todo, no tenía ninguna duda de que aquel individuo era su hermano.

-Hola Lancel, te veo bien – se había dirigido hacia él. Su voz también había cambiado, mucho más ronca y severa – Sé que tendrás muchas preguntas pero no es el momento de contestarlas. Lo único que debes saber es que te han mentido, hay un mundo más allá de los círculos, de los templarios y La Capilla. Un mundo que debes conocer por ti mismo – Aaron miró hacia la arboleda con señal de fastidio -  Eres libre hermano, lo que decidas hacer a partir de ahora es cosa tuya. Volveremos a vernos, espero que no me decepciones.

Lancel repetía esas palabras en su mente una y otra vez, analizándolas, intentando exprimirles toda la información posible. Era lo único que le había dicho Aaron antes de que un rayo carmesí surgiera de su báculo y le golpeara en el pecho lanzándolo contra un árbol dejándole inconsciente.

Poco a poco comenzó a sentir un nudo en su estómago y un malestar en su corazón. Cuando los templarios le encontraron y le enviaron al círculo, Lancel solo tenía cinco años, le dijeron que su familia había muerto porque eran apóstatas, unos maleficars. En aquel momento, Lancel no entendió aquellas palabras pero a medida que creció, aprendió a odiarlas, a sentir repugnancia por ellas. Se convenció de que su familia había hecho mal, le habían puesto en peligro, y por eso habían muerto. Solo quedaba él, el más joven, pero no por ello el más débil. Así que estudió y practicó para ser el mejor. El día que superó su Vigilia, sintió un gran orgullo de sí mismo, todos le felicitaban y le trataban con mayor consideración. Aprendió a querer a sus iguales como si de su familia se tratara, ¿debía creer a un hermano que había estado ausente hasta ahora y pensar que las personas que le habían criado le habían mentido? No, era imposible, Trevin y Calder, incluso el comandante Rickard, no eran capaces de eso.

Su misión seguía adelante, llegaría a Valleverde, buscaría a los templarios, cumpliría su misión y volvería al círculo. Todos estarían orgullosos de él, seguro que hasta los templarios le tendrían en mayor consideración a partir de ese momento. Sería un héroe…



- Oye Tarsius… ¿Tú crees que podemos fiarnos de él?
- ¡Shhhhh! Habla más bajo a ver si te va a oír – Tarsius II miró a ver si el mago se movía, pero seguía de espaldas hecho un ovillo en la otra punta del claro. Habían vuelto al campamento después del incidente – No lo sé Maen, a mi todo esto me parece un poco raro.
- ¿Solo un poco? – contestó Maen con sorna -.
- ¿Tú crees que los mató él?
- No lo sé, pero por si acaso, no te separes de la Poderosa.
- Tranquilo amigo, nunca lo hago.

viernes, 6 de febrero de 2015

Capítulo I: Caza de Magos

-¡Maldita  sea Maen! ¿Tenías que robarle al mismísimo dueño del circo? Podías haber esperado a que llegáramos a Valleverde.

Tarsius II, hijo del gran guerrero Tarsius, había tenido que echar mano de una buena dosis de ingenio y una buena sarta de embustes para convencer al circense de que tenía ante él a los dos mejores ilusionistas-malabaristas del lugar. El hombre, los había aceptado de buen grado a cambio de tres comidas diarias y un techo donde vivir. Únicamente les había puesto una condición, permanecer alejados de sus más preciadas posesiones; su bella y joven hija y el arcón donde guardaba las ganancias.

- ¡No lo pude evitar! Aquel candado me llamaba como una sirena a un marinero, era tan sencillo… ¡Si no hubiera sido por el enano ese…! ¡El payaso! - Tarsius asintió fingiendo consternación – ¡Al menos, si hubieras estado allí, hubiéramos podido hacerle callar!

- Por supuesto, si me hubieras esperado, nada de esto habría ocurrido. Ya sabes que ni a mí, ni a ella se nos escapa nada – contestó él jactándose mientras echaba la mano a su espalda para acariciar su ballesta. La llamaba “Poderosa” y la forma en que la acariciaba era casi erótica. El amor que sentía por aquel arma era casi reverencial. Maen no sabía dónde la había conseguido pero nunca se separaba de ella - Por algo soy el GRAN GUERRERO Tarsius II.

Maen gruñó molesto, ya estaba acostumbrado al ego de su pícaro compañero, eso no era lo que le molestaba. Lo que lo hacía enojar era que su error de cálculo hubiera suscitado, aún más la petulancia de éste.

- Ya - le cortó - Por cierto, ¿dónde estabas? – Le preguntó suspicaz -.

- ¡Qué más da eso ya, amigo! – se apresuró Tarsius en responder - Lo hecho, hecho está. Miremos hacia delante y dejemos los actos pasados atrás –.

Maen, lo miró suspicaz pero dejó el tema a un lado. Tarsius respiró aliviado. Jamás reconocería que mientras el jefe del circo perseguía a su compañero de fatigas con un garrote por todo el campamento, él estaba disfrutando de los placeres que le proporcionaba la hija de éste, jamás admitiría que él también había metido la pata. Y es que lo único que parecía haber salvado a Tarsius, era que de entre las posesiones de aquel bestia, éste había preferido salvar el oro que la virtud de su hija.

- Al menos, tengo el argumento de una nueva canción – comentó Maen jovial -.

Los dos amigos comenzaron a reír a carcajadas, una vez más se habían metido en líos y una vez más, habían salido ilesos.

- Deberíamos acampar – sugirió Maen enjugándose una lagrima de la risa – Es noche cerrada y aún estamos muy lejos del pueblo.

Caminaron unos cuantos metros más hasta que encontraron un lugar adecuado al lado del camino. Tarsius II sacó una manta de su petate y la extendió con cuidado, liberó a Poderosa de su espalda y la posó con cuidado a su lado antes de sentarse. A continuación, sacó un paquete envuelto el papel marrón lleno de carne en salazón y queso, junto a un bollo de pan y comenzó a comer con avidez. Maen se sentó al lado de su compañero, mirando el embutido con deseo. A diferencia de su compañero, la persecución no le había permitido volver a recoger su mochila, por lo que la comida y bebida que tenía se habían quedado atrás. Al menos, no había perdido lo más importante: sus dagas, su dinero y su pequeña flauta.

- ¿Me das un poco? – Preguntó Maen a Tarsius poniéndole ojitos. Había perfeccionado esa cara durante toda su vida. Tarsius miró su comida, luego a Maen y de nuevo su comida pensativo. No le hacía mucha gracia compartirla, ¡Quién sabía hasta cuándo tendría que durarle! – Si algún compañero hubiera tenido a bien coger mi mochila al escapar no tendría que molestarte… - Dejó caer el pícaro.

Un rugido surgió del estómago de Maen y Tarsius con fastidio se sintió obligado a compartir la comida con su compañero. Enrolló una de sus lonchas de cecina y un pedacito de queso y se las pasó a Maen.

- Toma, pero no te acostumbres – contestó él con la boca llena -.

- Eres muy generoso – respondió él mordaz -. 

Se mantuvieron en silencio el resto de la cena. Maen pegando pequeños mordisquitos a su loncha de cecina con queso, y Tarsius masticando a dos carrillos. Tras comer, Tarsius se tumbó en la manta mientras Maen, apoyado en un árbol tocaba la flauta. La noche estaba tranquila, era una noche sin luna a finales de octubre; sin embargo, a pesar de estar en otoño, el calor era sofocante.

- Este bochorno no me deja dormir – protestó Tarsius sentándose en la manta – Seguro que termina diluviando... Podrías abanicarme un poco en agradecimiento por la cena...

Inesperadamente, una luz roja iluminó el cielo y un estruendo rompió la calma nocturna. Maen soltó la flauta sobresaltado.

- ¿Qué ha sido eso? – saltó Tarsius desde la manta. Asustado, miraba a los lados buscando el origen del estallido - ¿Es un trueno? ¿Está lloviendo? – preguntaba mirando al cielo -.

De nuevo, otra descarga carmesí, reveló que no venían del cielo, sino del bosque, no muy lejos de donde se encontraban. En un abrir y cerrar de ojos, Tarsius estaba de pie con la Poderosa en las manos, cargada y lista para disparar. Maen con las dagas preparadas.

- ¿Nos acercamos? – Preguntó Tarsius alterado, él nunca lo reconocería; pero le temblaban las rodillas -.

- ¿Tu qué crees? – Contestó Maen más bien molesto que asustado -.

- Hombre… - Comenzó Tarsius dubitativo – Lo que sea que hay, está allí y seguro que no nos ha visto. Podemos coger nuestras cosas y… - Maen ya había echado a correr hacia el origen de la luz – Vale, vale… Pues vamos.

Tarsius le siguió ballesta en mano. Le hubiera gustado que su compañero hubiera optado por el sigilo, que hubiera tomado cuidado de no ser visto, ni oído; pero Maen había echado a correr y ya bastante tenía con seguirle entre la maleza y a oscuras. Ahora no podía preocuparse de guardar cuidado, si no, perdería a su socio. Y si había algo peor que estar de noche corriendo en medio del bosque hacia un peligro inminente, era estar de noche corriendo en medio del bosque hacia un peligro inminente y solo. Así que se aferró aún más a su ballesta y apretó el paso.

Maen se abría camino como podía, la maleza se le enredaba en la ropa y estuvo a punto de caerse dos veces por culpa de las raíces de los árboles. Una última luz carmesí apareció ante él y después nada. La noche volvió a estar oscura y en calma, salvo por su respiración entrecortada. Por fin la naturaleza se apartó y apareció en un pequeño claro. Vislumbró un par de sacos y las brasas, medio encendidas, de una hoguera antes de que una fuerza lo golpeara por la espalda y le hiciera caer al suelo. Un dolor agudo le recorrió la espalda, a la vez que un gran peso encima no le dejaba levantarse. Intentó moverse y la carga gimió.

- ¡Levántate, maldito gordo! – espetó Maen a su amigo que se había tropezado y caído encima de él.

- ¡No estoy gordo! – protestó Tarsius – Es todo músculo – Continuó mientras se levantaba con torpeza - ¿Qué ha pasado aquí? –.

Tarsius volvía a estar alterado, sus ojos se movían de un sitio a otro, inquietos, asustados y muy abiertos. Ya no había rayos, ni estruendos; solo las consecuencias de todo ello. Varios cuerpos yacían en el suelo. Inertes y ensangrentados.

- Reconozco la armadura, son Templarios – dijo Maen – Esto tiene que ser obra de magos – Maen en guardia comenzó a buscar a su alrededor el desencadenante de aquel horror -  Vámonos cuanto antes de aquí –.

Tarsius se acercó a uno de los cadáveres y comenzó a registrarlo.

- Tarsius, ¿se puede saber qué haces?

- ¿Qué pasa? – protestó él – Está muerto y yo tengo necesidades -.

- Vale, pero démonos prisa.

Maen se acercó a otro cadáver que estaba más alejado, uno que aún mantenía todos los miembros en su sitio y comenzó a cachearlo. Ante el contacto, la figura comenzó a moverse y a gemir.

- ¡Eh! ¡He encontrado uno vivo! – chistó Maen a Tarsius -.

Era un chico joven de unos veinte años. No parecía tener heridas graves, un par de cortes en la cara y un gran chichón en la cabeza. Con un quejido, abrió sus ojos color negro intentando acomodarlos a la escasez de luz.

- ¿Quiénes sois? – El joven intentó erguirse asustado, protegiéndose de las figuras que le observaban - ¿Qué hacéis? – El joven se alteró aún más - ¿Dónde está él? – Intentaba levantarse y miraba a todos lados buscando algo.

- Cálmate – le alentó Maen guardando sus dagas en la cinturilla de su pantalón – Solo estamos él y yo. El resto están muertos.

- ¡No! – Le espetó - ¡El otro! ¡El encapuchado!

- ¿Encapuchado? – preguntó Tarsius con un fino hilo de escepticismo en su voz -.

- ¡Si! – contestó el chico con los ojos muy abiertos, estaba asustado, se notaba en su voz – Estaba aquí. Les atacó y a mí también. Me lanzó un rayo y me empotró contra el árbol.

- Chico, aquí no hay nadie – volvió a intentar Maen – Vimos las luces y nos acercamos. Cuando llegamos no había nadie. Sea quien sea el que hizo esto, ya se ha ido.

- Tengo que llegar a Valleverde - el joven dio unos pasos cojeando – Tengo que dar aviso del ataque.

- Tranquilo chico, iremos contigo – se ofreció Maen – Nosotros también nos dirigíamos allí – El joven los miró con suspicacia pero hizo un gesto de aceptación – Permíteme presentarme, soy Maen Radaeris, bardo y hombre de letras.

- Y yo soy Tarsius II, hijo del gran guerrero Tarsius. Seguro que has oído hablar de mí – El joven negó con la cabeza un poco avergonzado – Bueno, no importa, soy más conocido en el norte…

- ¿Y tú eres…? – cortó Maen -.

- Soy Lancel – El joven tomó una especie de palo de madera del suelo y se apoyó sobre él – Mago y encantador del Círculo de Hechiceros de Ferelden.




jueves, 5 de febrero de 2015

Prefacio

El viaje hasta lago Calenhad se había hecho eterno pero al fin volvía a vislumbrar la torre del Círculo de Hechiceros; allí estaba en la lejanía, prominente y orgullosa, dominando el lago con soberbia, como si nada, ni nadie pudiesen derribarla o someterla.  Era su hogar, y al fin estaba en casa.

- Bien, ya hemos llegado – la voz de Cassel, despertó a Calder de su estupor -.

- Sí, hemos llegado – confirmó el con un nudo en la garganta. El pequeño bulto que llevaba con él a lomos de su caballo se revolvió un poco desperezándose, había dormido casi todo el camino. – Mira, Tessa – le susurró al oído a la pequeña niña de rizos rubios que se aferraba a sus manos para no caerse del caballo – Tu nuevo hogar -.

Tessa parpadeó un par de veces para adaptar su vista a la luz del sol de mediodía y miró maravillada el paisaje que se extendía ante ella.

- ¿Es un palacio? – preguntó ella emocionada -.

- Es una escuela – contestó su hasta ahora protector – Allí te enseñarán a dominar tu magia-.

Cassel formó una sonrisa en sus labios que no llegó a sus ojos. Estaba cansado y apesadumbrado. El viaje había sido largo, pero lo peor de todo había sido dejar atrás a sus amigos - ¡Maldito Ugweyn, siempre tan terco! – pensó – Espero que tú y Tarsius os las arregléis sin mataros…

En el fondo de su corazón, el guerrero sabía que había hecho lo correcto. Tessa aún era muy pequeña, podía aprender a controlar sus poderes, asesinarla no era una opción. Algo en lo que su amigo enano, no estaba de acuerdo.

Un pequeño tirón le sacó de su ensimismamiento, miró hacia abajo y se encontró con una cabecita de rizos rubios que enmarcaban un rostro redondo  de ojos verdes y gran sonrisa. Cuando miró a la niña, ella alzó sus bracitos hacia él con la intención de que la abrazara. Cassel sonrió de verdad esta vez, y su expresión se suavizó ante la pequeña. Se bajó de su caballo y la cogió en brazos con suavidad.

- ¡Ala, desde aquí se ven muchas más cosas! – exclamó Tessa desde los hombros del guerrero. ¡Eres casi tan alto como un árbol! – la niña se abrazó a su cuello y le dio un beso en la mejilla – Calder dice que me despida, ya nos vamos a la escuela.

Cassel miró a Calder al oír a Tessa pronunciar la palabra “escuela”.  “Es-cue-la”… Cassel nunca había pisado un Círculo, pero le parecían más bien cárceles; jaulas de oro en las que esconder a los que son diferentes. Lugares donde La Capilla encerraba a los magos y tiraba la llave en nombre del Hacedor.

Calder ignoró la mirada inquisidora de su amigo y tendió los brazos hacia éste para que le devolviera a la niña.

- Cuida de ella – fue más un orden que un consejo -.

- Tranquilo, lo haré – Calder miró al embarcadero donde una pequeña embarcación escoltada por dos guardias vestidos con armadura pesada les esperaban – No puedes acompañarnos a la torre. Los templarios nos esperan – Cassel asintió - ¿Qué vas a hacer ahora? ¿Dónde vas a ir?
El guerrero se encogió de hombros.

- Me las apañaré – aseguró – ¿Vas a denunciar a Ludwyn ante los templarios?

- He de hacerlo. Es un apóstata.


- Espero que nunca le encuentren – Cassel volvió a montarse en su caballo, echó una última mirada a la torre erguida en medio del lago y otra a su amigo y a la pequeña – Cuidaros mucho. Sabes que las cosas se pondrán feas - Y con las mismas, el guerrero espoleó a su caballo y partió.

Un poco de historia...

En octubre de 2013 comencé la que hasta ahora es mi campaña más larga como DJ de rol. Bueno, mis compañeros jugadores dirán que comenzó en julio de ese mismo año; pero digamos que eso fue una precuela XD

Cierto es que en junio de 2013 cayó en mis manos el manual inicial del juego de rol de Dragon Age, así como el libro "Sangre en Ferelden" y me decidí a dirigir una serie de aventuras cortas; pero no fue hasta octubre que comenzamos la campaña que aún hoy seguimos jugando y tiene pinta de que no va a terminar en un futuro próximo.

El caso es que en este casi año y medio de campaña han ocurrido muchas cosas, algunas divertidas, otras tristes y otras que no hay por dónde cogerlas. Es por ese motivo que me he decidido a escribirlas como una historia de verdad. 

Espero que disfrutéis leyendo, tanto como nosotros jugando.

Desde aquí un abrazo muy fuerte para Cassel, Calder, Lancel, Ludwyn, Maen, Tarsius II, Ugweyn y la pequeña Tessa, que aunque no juegue ahora, en su momento las lió bastante.




Aviso: La campaña está basada en la quinta Ruina de Ferelden (la de DA. Origins), sin embargo, hay diversos hechos que se han modificado. No esperéis las andanzas del héroe/heroína de Ferelden y compañía, en este universo paralelo, los protagonistas son otros.