-¡Es increíble que deje de llover
justo cuando llegamos al pueblo! – protestó Maen -.
-Eso es un buen augurio, amigo –
sentenció Tarsius II sacudiendo su abrigo mojado y salpicando a todos – Estoy
seguro.
Los dos pícaros se miraron, uno
con desconfianza, el otro esperanzado. No se daban cuenta de que su otro
compañero de viaje, estaba parado en la plaza del pueblo, mirando a todos lados
buscando algo.
-Ya hemos llegado, Lancel – se
adelantó Maen - ¡Al fin!
-Tengo hambre, ¿dónde está la taberna?
– preguntó Tarsius II -.
-Creo que lo mínimo que os debo
es un buen desayuno, después de todo lo que me habéis ayudado – dijo Lancel -
¿Qué tal si buscamos la taberna y os invito a una buena comida caliente?
-Nunca digo que no a una buena
comida, amigo – respondió Tarsius II emocionado -.
-Sobre todo si es gratis… -
añadió Maen por lo bajini -.
La taberna estaba cerca de la
plaza mayor. Un pequeño edificio de madera de dos pisos de altitud con un
cartel colgante en la puerta que rezaba “Taberna de Valleverde”.
-No se han esmerado mucho con el
nombre – dijo Maen – Esperemos que se esfuercen más con la comida.
-No te quejes tanto, Maen -
Tarsius II abrió la puerta de un empujón y entró el primero en la taberna -.
La taberna estaba bastante
concurrida; aunque la mayoría de los jornaleros se habían ido ya a realizar sus
labores de cada día, aún había unos cuantos que se resistían a marcharse. La
principal razón de ello era que apenas se tenían en pie.
Tarsius II avanzó entre la multitud
buscando un lugar en el que poder sentarse. En seguida apareció la joven
camarera que le arrolló antes de llegar a la barra.
-Buenos días – le deseó ella con
una sonrisa - ¿Qué desea? – Tarsius II comenzó a mirarla de arriba abajo,
deteniéndose en su voluptuoso escote, intentando buscar una réplica ingeniosa y
a la altura de semejante visión-.
-Una mesa, gracias – se adelantó
Lancel indiferente ante los encantos de la chica. Ella asintió y les hizo un
gesto para que la acompañaran. Tarsius II echó una mirada distada al hechicero
que le ignoró -.
-¿Viajeros? – preguntó ella – No
solemos recibir tantas visitas, sobre todo de gente tan dispar - siguió ella
sin esperar respuesta -.
-¿Dispar? – se apresuró Lancel a
contestar -.
-Pues sí – respondió ella
encantada de la atención – Enanos, guerreros… Uno tan alto y fuerte como un
roble.
-¿Y magos? ¿Has visto a algún
mago?
-No, guapo; pero no es que ellos
vayan declarándolo allá donde van, ¿no? – La chica entonces, se percató de algo
– Por cierto, ahora que lo dices… Esa ropa que llevas… - una pequeña sonrisa se
inició en los labios de la camarera - No serás tú un mago, ¿verdad ricura? –
traviesa comenzó a acariciar el terciopelo de su túnica -.
Lancel la espantó de un manotazo.
-Pertenezco al Círculo de
Hechiceros, busco a un apóstata que se esconde en este pueblo. Si sabes quién
es o dónde está, debes decírmelo o serás su cómplice.
-No sé de qué hablas – respondió
ella, su tono se había vuelto más antipático – De los apóstatas se encargan los
templarios, quizá deberías preguntarles a ellos, en vez de a una tabernera – le
espetó -.
-Perdona a mi amigo, preciosa –
dijo Tarsius II saliendo al rescate – Viene del círculo y allí sólo leen libros
y meditan, no sabe cómo hablarle a una chica guapa – la joven, pareció
relajarse un poco – Háblame de ese guerrero que es como un roble…
-Tarsius, no estamos aquí para… -
Tarsius II le hizo un gesto a Maen para que se callara -.
-Está ahí sentado. Detrás de ese
grupo – la chica señaló a un grupo de hombres borrachos que estaban cantando
una canción de una doncella y un bardo – Sentaos donde podáis, os llevaré algo
de beber.
-Espero que no escupa dentro... - pensó Maen en voz alta -.
En cuanto se fue la tabernera,
Tarsius II se precipitó hacia el lugar que le había señalado. Sólo era una
corazonada; pero esperaba que fueran ellos.
-Tarsius, ¿qué haces? – Maen fue
tras él seguido de Lancel – No nos metas en líos que acabamos de llegar.
Tarsius II hizo caso omiso y se
abrió paso a empujones entre los cantores que estaban tan borrachos que ni
prestaron atención a los codazos. Al fin consiguió pasar entre ellos y se dio
de bruces con la mesa en la que un enano y un humano estaban tomando unas
cervezas.
-¡Lo sabía! – gritó Tarsius II
emocionado – ¿Un guerrero alto y fuerte como un roble y un enano? ¡Sin duda,
sois una pareja singular!
Cassel y Ugweyn miraron
estupefactos al hombre de ojos azules y cabello rubio que se abalanzaba hacia
ellos. Ya había sido casualidad encontrarse ellos dos, después de meses
separados; pero encontrar a Tarsius II, sin duda tenía que ser obra de un ser
superior.
-¡Cassel, amigo, a mis brazos! – dijo
Tarsius II abrazando a Cassel que seguía en la silla sorprendido, sin saber
cómo reaccionar – Ugweyn, amigo… - ante el ademán de abrazarlo, el enano
levantó una ceja y sin más, Tarsius II paró en seco su intención y le ofreció
la mano - ¿cómo estás?
-¿Os conocéis? – preguntó una voz
tras ellos -.
-Maen, acércate – ordenó el
pícaro – Son mis amigos, con los que estuve antes de llegar a Denerim – Tarsius
II alargó el brazo atrayendo a Maen hacia el grupo – Este es mi amigo Maen
Radaeris, músico y hombre de letras. Maen, estos son Ugweyn y Cassel – Maen
hizo un gesto con la cabeza y les dio la mano – Y hoy nos acompaña también
Lancel – Tarsius II echó la vista atrás buscando al mago – Acércate Lancel, no
muerden – El mago, se acercó reticente y les saludó con la cabeza.
Sin darles opción, Tarsius II
acercó tres sillas a la mesa de sus antiguos compañeros y les hizo un gesto a
los nuevos para que se sentaran. Ugweyn aprovechó que el pícaro les daba la
espalda para enviarle un mensaje a Cassel: “Comprueba el dinero”. El guerrero
le hizo un gesto despreocupado al enano; pero aún así comprobó que su saco de
monedas seguía en su lugar.
Tarsius II se sentó en el medio de
los guerreros, mirándolos muy sonriente.
-Es que aún no me lo creo, ¿qué
haces aquí? – soltó Cassel sorprendido -.
-Es una larga historia – comenzó Tarsius
II – Pero si preguntas por qué estamos aquí
exactamente, estamos acompañando a Lancel. Nos lo encontramos por en el camino,
le habían atacado – los guerreros miraron a Lancel que respondiendo con un
gesto de asentimiento – Ahí donde le veis es un mago del Círculo, está en misión oficial.
-En efecto – le interrumpió
Lancel – Estoy aquí para cazar a un apóstata y llevarlo al Círculo.
-Perdona chaval – empezó Ugweyn –
pero, ¿no se supone que los magos llevan templarios cuando salen de caza?
-Nos atacaron – Lancel se puso
colorado – Estábamos acampados y nos atacaron por sorpresa, no nos dio tiempo a
responder. Supongo que a mí me dieron por muerto… Si no hubiera sido por ellos,
probablemente así fuera.
-Ya… - Ugweyn escéptico miró a Cassel
y levantó una ceja -.
-¿Viste a quien os atacó? –
preguntó Cassel - ¿Pudo ser ese a quién buscabais?
-No lo sé… - fingió Lancel –
Estaba oscuro… No sabría decir.
-Cuéntales toda la historia,
Lancel – el mago le miró receloso – Tranquilo, son de confianza. Pueden
ayudarnos.
-Está bien – aceptó el hechicero –
Es cierto que me envían del Círculo. Uno de mis maestros, llegó hace unos meses
de uno de sus viajes con información acerca de un apóstata que vivía en la
espesura.
-En la espesura – insistió Tarsius II mirando a los dos guerreros-.
-Eso he dicho, Tarsius – espetó
Lancel ajeno a todo – Enviaron templarios a buscarle, pero escapó en el último
momento. Una magia muy poderosa le protege – Lancel se iba encendiendo a medida
que relataba su historia – Según hemos podido averiguar, se hace pasar por
curandero. Engaña a los aldeanos para que le ayuden a escapar y los muy incautos
lo hacen. Ya hemos ajusticiado a varios estúpidos por no querer hablar.
-Eso yo no lo sabía – añadió Tarsius
II sorprendido -.
-Esconder a un apóstata es un delito, lo mismo que dar falso testimonio acerca de él.
-Así que ajusticiando aldeanos… -
a Cassel no le gustaba un pelo todo aquello - ¿Y cómo dices que se llama el
apóstata-curandero?
-Ludwyn. Se llama, Ludwyn.
A ninguno de los presentes, salvo
a Maen, le sorprendió el nombre. Obviamente el maestro de Lancel era Calder, aquel
mago del Círculo que había viajado y compartido aventuras con ellos. El mismo
Calder que había luchado contra Ugweyn para salvar a una niña poseída. El mismo
Calder al que Cassel había acompañado a lago Calenhad, rompiendo así el grupo y
separándose de su amigo enano.
No les sorprendía que el
hechicero hubiera denunciado a Ludwyn a la vuelta de su viaje. Él nunca había
ocultado su intención. Pero todos tenían la esperanza de que nunca le
encontraran, de que su tía le escondiera, de que él se marchara lejos. Estaba
claro que se había quedado en Ferelden y por lo que Lancel contaba, había
estado viajando y trabajando de curandero. Ludwyn no era un malvado apóstata
que utilizara magia de sangre, era un chico tímido y callado al que le gustaban
los libros, hacer pociones y ayudar a la gente. Sin embargo, Lancel lo
describía como un astuto embustero; un embaucador que había que los demás le
ocultaran y mintieran por él. Ese no era el joven que todos conocían.
-¿Y qué vas a hacer con el tal…
Ludwyn? – preguntó el enano – Cuando lo encuentres…
-Mis órdenes son apresarlo y
llevarlo al Círculo. Allí según las leyes de La Capilla, será convertido en
tranquilo.
-Muy bien chico – le contestó afable
y apurando el último trago de su cerveza preguntó al grupo - ¿A qué estamos
esperado?
Entramos en materia y la trama se complica ;D
ResponderEliminarAhora sólo queda salir de Villaverde…