lunes, 23 de febrero de 2015

Capítulo I.II - Caza de Magos

Ugweyn apuró el último trago de su quinta jarra de cerveza y le hizo un gesto a la joven tabernera para que le sirvieran otra.

- ¿Qué tal vas amigo? Aún no es mediodía y…

- Lo primero, no somos amigos – le interrumpió el enano – Y lo segundo, no te he pedido la hora. Rellénala o quítate de mi vista.

La joven rellenó la jarra y se apresuró en desaparecer.

Iban a cumplirse dos años desde que el rey Endrin Aeducan había desterrado a Ugweyn de Orzammar y el enano no había cesado en su empeño de retornar. Alguien se la había jugado y tenía que averiguar quién. Se lo debía a…

La puerta de la taberna se abrió dejando entrar el viento y la lluvia, el bochorno de la noche anterior había desembocado en tormenta, y eran muchos los viajeros que buscaban guarecerse del chaparrón.
Cassel entró por la puerta de la taberna dando grandes zancadas y maldiciendo al viento y la lluvia. Estaba calado hasta los huesos y muerto de frío; con la capucha del abrigo tan empapada que le había humedecido el cabello y las botas tan enfangadas que hacían ruido a cada paso que daba. Cerró la puerta dejando atrás el aguacero, se quitó la capucha y echó un vistazo al salón lleno de gente.

- Buenos días – le sonrió afablemente la tabernera cargada con platos y jarras. - ¡Menudo tiempo!

- Buenas – le contestó el guerrero destilando alivio al sentir la calidez del salón – Si… No está el clima para viajar.

- La taberna está abarrotada, pero busca un hueco y en seguida te atiendo.

Cassel asintió afable y se adentró en la sala a la caza de algún lugar en el que poder descansar y tomar algo caliente. La tabernera tenía razón, la sala estaba abarrotada y parecía que iba a seguir estando así, al menos hasta que la lluvia mitigara. La mitad del pueblo se debía haber reunido allí, el agua y el vendaval no eran buenos amigos del labriego; aunque por las caras coloradas y las risotadas de los allí congregados, no parecía que les importara demasiado. Cassel escudriñó la taberna por encima de la multitud de cabezas en busca de algún asiento libre aunque sin demasiada suerte; harto de chocarse contra borrachos, se dio por vencido y se acercó a la barra donde había un pequeño hueco entre las espaldas de dos hombres.

- ¿No ha habido suerte? – le preguntó la tabernera mientras rellenaba una jarra de cerveza para dársela -.

- Pues no, está todo lleno – contestó Cassel con resignación -.

- Hombre, si no te importa que te gruñan, hay un hueco en aquella esquina – indicó la joven -.

- ¿Qué me gruñan?

- Sí, hay un enano desde primera hora sentado allí. Tiene malas pulgas pero hasta ahora, es mi mejor cliente, así que se lo permito.

Cassel soltó una carcajada.

- Sí, bueno, los enanos son peculiares. Hay que saber llevarlos.

- Pues si te atreves, está sentado allí – señaló – Detrás de aquel grupo.

Cassel, que no tenía nada que perder, agarró dos jarras de cerveza y se dirigió a la esquina que le había indicado la chica. Era una mesa pequeña en una esquina oscura con dos sillas, en la que efectivamente, había una libre. La otra, estaba ocupada por una figura  pequeña aunque corpulenta cuyas manos se aferraban a una jarra.

- Muy buenas, señor enano – comenzó Cassel con amabilidad - ¿Qué le parece si le cambio esta jarra por la silla que tiene libre?

- Depende de si la jarra está llena o está vacía – contestó el enano con sorna -.

- ¡Hacedor! ¿Qué estás haciendo aquí? –.

- ¡Tomar algo! ¿Qué voy a hacer si no?

- Pero… - Cassel esta estupefacto. Tras meses buscando a su amigo, cuando ya se había resignado, al fin lo había encontrado en el pueblo más recóndito de todos los que podía imaginar - ¡No me lo puedo creer! Volví a Denerim, me he pateado todo el este de Ferelden y voy y te encuentro aquí – El guerrero no cabía más en sí de gozo. Las calamidades sufridas hasta ahora tenían su recompensa - ¿Y Tarsius? ¿También está aquí?

- Tarsius estará engatusando viejas ricachonas en Denerim a ver si alguna le incluye en el testamento – Ugweyn dio otro trago a la jarra – Nos separamos unos días después de que te fueras con la endemoniada y el estirado -.

- No está endemoniada, pudimos salvarla – protestó Cassel -.

Ugweyn le miró con escepticismo, apuró la jarra que tenía en la mano y cogió la que le había traído su amigo.

La tabernera apareció entre la multitud.

- ¡Increíble! – bromeó la chica – Alguien a quien no le hablas con gruñidos – miró a Cassel sonriente - ¿Qué va a ser? Aparte de más cerveza…

- Estofado, bien caliente – se apresuró a pedir el guerrero que aún seguía empapado – Y pan… Y también algo de queso.

La tabernera asintió y se alejó con las jarras vacías.


- Muy bien – Cassel cogió su jarra antes de que Ugweyn se apoderara de ella - Cuéntame qué haces aquí, Ugweyn.

1 comentario:

  1. La esencia del enano captada a la perfección.
    Ansioso por seguir leyendo =D

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