Ugweyn apuró el último trago de
su quinta jarra de cerveza y le hizo un gesto a la joven tabernera para que le
sirvieran otra.
- ¿Qué tal vas amigo? Aún no es
mediodía y…
- Lo primero, no somos amigos – le
interrumpió el enano – Y lo segundo, no te he pedido la hora. Rellénala o
quítate de mi vista.
La joven rellenó la jarra y se
apresuró en desaparecer.
Iban a cumplirse dos años desde
que el rey Endrin Aeducan había desterrado a Ugweyn de Orzammar y el enano no
había cesado en su empeño de retornar. Alguien se la había jugado y tenía que
averiguar quién. Se lo debía a…
La puerta de la taberna se abrió
dejando entrar el viento y la lluvia, el bochorno de la noche anterior había desembocado
en tormenta, y eran muchos los viajeros que buscaban guarecerse del chaparrón.
Cassel entró por la puerta de la
taberna dando grandes zancadas y maldiciendo al viento y la lluvia. Estaba
calado hasta los huesos y muerto de frío; con la capucha del abrigo tan
empapada que le había humedecido el cabello y las botas tan enfangadas que hacían
ruido a cada paso que daba. Cerró la puerta dejando atrás el aguacero, se quitó
la capucha y echó un vistazo al salón lleno de gente.
- Buenos días – le sonrió
afablemente la tabernera cargada con platos y jarras. - ¡Menudo tiempo!
- Buenas – le contestó el guerrero
destilando alivio al sentir la calidez del salón – Si… No está el clima para
viajar.
- La taberna está abarrotada, pero
busca un hueco y en seguida te atiendo.
Cassel asintió afable y se
adentró en la sala a la caza de algún lugar en el que poder descansar y tomar
algo caliente. La tabernera tenía razón, la sala estaba abarrotada y parecía
que iba a seguir estando así, al menos hasta que la lluvia mitigara. La mitad
del pueblo se debía haber reunido allí, el agua y el vendaval no eran buenos
amigos del labriego; aunque por las caras coloradas y las risotadas de los allí
congregados, no parecía que les importara demasiado. Cassel escudriñó la
taberna por encima de la multitud de cabezas en busca de algún asiento libre
aunque sin demasiada suerte; harto de chocarse contra borrachos, se dio por
vencido y se acercó a la barra donde había un pequeño hueco entre las espaldas
de dos hombres.
- ¿No ha habido suerte? – le preguntó
la tabernera mientras rellenaba una jarra de cerveza para dársela -.
- Pues no, está todo lleno –
contestó Cassel con resignación -.
- Hombre, si no te importa que te
gruñan, hay un hueco en aquella esquina – indicó la joven -.
- ¿Qué me gruñan?
- Sí, hay un enano desde primera
hora sentado allí. Tiene malas pulgas pero hasta ahora, es mi mejor cliente,
así que se lo permito.
Cassel soltó una carcajada.
- Sí, bueno, los enanos son
peculiares. Hay que saber llevarlos.
- Pues si te atreves, está sentado
allí – señaló – Detrás de aquel grupo.
Cassel, que no tenía nada que
perder, agarró dos jarras de cerveza y se dirigió a la esquina que le había
indicado la chica. Era una mesa pequeña en una esquina oscura con dos sillas,
en la que efectivamente, había una libre. La otra, estaba ocupada por una
figura pequeña aunque corpulenta cuyas
manos se aferraban a una jarra.
- Muy buenas, señor enano – comenzó
Cassel con amabilidad - ¿Qué le parece si le cambio esta jarra por la silla que
tiene libre?
- Depende de si la jarra está
llena o está vacía – contestó el enano con sorna -.
- ¡Hacedor! ¿Qué estás haciendo
aquí? –.
- ¡Tomar algo! ¿Qué voy a hacer si
no?
- Pero… - Cassel esta estupefacto.
Tras meses buscando a su amigo, cuando ya se había resignado, al fin lo había
encontrado en el pueblo más recóndito de todos los que podía imaginar - ¡No me
lo puedo creer! Volví a Denerim, me he pateado todo el este de Ferelden y voy y
te encuentro aquí – El guerrero no cabía más en sí de gozo. Las calamidades
sufridas hasta ahora tenían su recompensa - ¿Y Tarsius? ¿También está aquí?
- Tarsius estará engatusando viejas
ricachonas en Denerim a ver si alguna le incluye en el testamento – Ugweyn dio otro
trago a la jarra – Nos separamos unos días después de que te fueras con la endemoniada
y el estirado -.
- No está endemoniada, pudimos
salvarla – protestó Cassel -.
Ugweyn le miró con escepticismo,
apuró la jarra que tenía en la mano y cogió la que le había traído su amigo.
La tabernera apareció entre la
multitud.
- ¡Increíble! – bromeó la chica –
Alguien a quien no le hablas con gruñidos – miró a Cassel sonriente - ¿Qué va a
ser? Aparte de más cerveza…
- Estofado, bien caliente – se apresuró
a pedir el guerrero que aún seguía empapado – Y pan… Y también algo de queso.
La tabernera asintió y se alejó
con las jarras vacías.
- Muy bien – Cassel cogió su jarra
antes de que Ugweyn se apoderara de ella - Cuéntame qué haces aquí, Ugweyn.
La esencia del enano captada a la perfección.
ResponderEliminarAnsioso por seguir leyendo =D