Lancel no conseguía dormir, lo
ocurrido le había dejado tan desconcertado que tardaría tiempo en asimilarlo. Todo
había sucedido tan rápido, ninguno de los templarios había podido hacer nada.
Antes de que lograran agarrar sus escudos o desenvainar sus espadas, dos de
ellos estaban congelados, otro peleaba contra un gran enjambre de insectos para
que no le comiesen vivo y otro gritaba de dolor antes de explotar salpicando a
todos de sangre y ácido. Ante semejante espectáculo, Lancel se había quedado
paralizado, no es que sintiera especial cariño por la guardia que le escoltaba
en su misión; esos hombres que cuchicheaban a sus espaldas, le miraban con
desconfianza y apenas le dirigían la palabra; sin embargo, verlos morir de
aquella manera le había impresionado.
Mas lo que no dejaba a Lancel conciliar
el sueño, no eran las muertes de aquellos hombres, sino su asesino en cuestión.
Habían pasado quince años desde la noche en que se separaron, pero cuando el
asesino se quitó la capucha, reconoció a su hermano mayor al instante. Cierto
es que al igual que él, Aaron había crecido, además se había hecho más
corpulento y tenía un par de cicatrices en el rostro; una encima del labio
superior y otra en su mejilla izquierda, su mirada era mucho más dura que
antaño y su boca sonreía con una mueca cruel; pero a pesar de todo, no tenía
ninguna duda de que aquel individuo era su hermano.
-Hola Lancel, te veo bien – se había
dirigido hacia él. Su voz también había cambiado, mucho más ronca y severa – Sé
que tendrás muchas preguntas pero no es el momento de contestarlas. Lo único
que debes saber es que te han mentido, hay un mundo más allá de los círculos,
de los templarios y La Capilla. Un mundo que debes conocer por ti mismo – Aaron
miró hacia la arboleda con señal de fastidio - Eres libre hermano, lo que decidas hacer a
partir de ahora es cosa tuya. Volveremos a vernos, espero que no me
decepciones.
Lancel repetía esas palabras en
su mente una y otra vez, analizándolas, intentando exprimirles toda la
información posible. Era lo único que le había dicho Aaron antes de que un rayo
carmesí surgiera de su báculo y le golpeara en el pecho lanzándolo contra un árbol
dejándole inconsciente.
Poco a poco comenzó a sentir un
nudo en su estómago y un malestar en su corazón. Cuando los templarios le
encontraron y le enviaron al círculo, Lancel solo tenía cinco años, le dijeron
que su familia había muerto porque eran apóstatas, unos maleficars. En aquel
momento, Lancel no entendió aquellas palabras pero a medida que creció, aprendió
a odiarlas, a sentir repugnancia por ellas. Se convenció de que su familia
había hecho mal, le habían puesto en peligro, y por eso habían muerto. Solo quedaba
él, el más joven, pero no por ello el más débil. Así que estudió y practicó
para ser el mejor. El día que superó su Vigilia, sintió un gran orgullo de sí
mismo, todos le felicitaban y le trataban con mayor consideración. Aprendió a querer
a sus iguales como si de su familia se tratara, ¿debía creer a un hermano que
había estado ausente hasta ahora y pensar que las personas que le habían criado
le habían mentido? No, era imposible, Trevin y Calder, incluso el comandante
Rickard, no eran capaces de eso.
Su misión seguía adelante, llegaría
a Valleverde, buscaría a los templarios, cumpliría su misión y volvería al
círculo. Todos estarían orgullosos de él, seguro que hasta los templarios le
tendrían en mayor consideración a partir de ese momento. Sería un héroe…
- Oye Tarsius… ¿Tú crees que
podemos fiarnos de él?
- ¡Shhhhh! Habla más bajo a ver si
te va a oír – Tarsius II miró a ver si el mago se movía, pero seguía de
espaldas hecho un ovillo en la otra punta del claro. Habían vuelto al
campamento después del incidente – No lo sé Maen, a mi todo esto me parece un
poco raro.
- ¿Solo un poco? – contestó Maen
con sorna -.
- ¿Tú crees que los mató él?
- No lo sé, pero por si acaso, no
te separes de la Poderosa.
- Tranquilo amigo, nunca lo hago.
Admito que me costaba ver el lado sensible de Lancel. Como esta narración siga así me temo que le puedo llegar a coger cariño y todo ;)
ResponderEliminarPor cierto, creo que es preocupante cuando al leer terminas por escuchar la entonación de las voces de los personajes. Me refiero concretamente a la frase final: "Tranquilo amigo, nunca lo hago". Voy a darte el mérito a ti, Diana, en lugar de a mi incipiente locura XD.
Pobre Lancel. Por aquel entonces era un dulce niño de verano. Jamás se hubiese imaginado por aquel entonces lo que le depararía el futuro desde ese punto de inflexión vivido con su hermano. Estoy impaciente por leer relatos siguientes.
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